Todo fugaz, llameante, como es la noche de las hogueras y del amor.

 

Porque en esta noche de San Juan el mar se convirtió en laguna. Esta vez sin cisnes de tutú ni almidón. Pero, por una noche, la ribera de esa laguna mágica se alargó desde un extremo hasta el otro de la Costa Granadina, para que las llamas se insinuasen en pasos de danza de impecable sabor mediterráneo, necesarios en ésta noche mágica.

 

Sin embargo el granate color de llama, de nuevo, nos recordó que estábamos en la Noche de San Juan en la que toda magia es posible. Inolvidable ese rojo, con imágenes evanescentes pero prietas de fuego y de volcán.

 

Un aquelarre en negro fumoso y una larga y trepidante bacanal de pelo al aire, casi derviche, pusieron fin a este magnífico espectáculo, dando paso a la noche más corta del año. En contraste los besos más largos y sinceros dejándonos a todos con ganas de más. Porque una noche es escaso tiempo para el misterio pero un poco de alegría, ya es mucho.